9 sept 2010

El 'cazador jorobado de Cuenca'


No es habitual encontrar en las publicaciones científicas hallazgos de grandes dinosaurios carnívoros realizados en Europa, y mucho menos en España. Esos descubrimientos corresponden casi siempre a yacimientos de Argentina, China o Estados Unidos. Sin embargo, en ocasiones, la suerte o la perseverancia de los investigadores dan inesperadas alegrías. Y en la península Ibérica, si hay un lugar que puede aportar fósiles sorprendentes es Las Hoyas (Cuenca), un yacimiento único en su género.

Allí precisamente es donde los investigadores españoles Francisco Ortega, Fernando Escaso y José Luis Sanz han encontrado los restos fósiles conservados de forma exquisita de un dinosaurio carnívoro (Terópodo) de 125 millones de años, seis metros de longitud y armado con una llamativa joroba.

Se trata del primer dinosaurio que presenta una estructura de este tipo, según escriben los autores en el artículo publicado hoy por la revista Nature. "Las dos últimas vértebras por delante de la pelvis se proyectan sobre el dorso del animal como un pincho", explica a EL MUNDO Francisco Ortega, investigador del Departamento de Física Matemática y de Fluidos de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Educación a Distancia y autor principal del trabajo.


Función desconocida


Lo cierto es que el nombre científico con el que sus descubridores han bautizado al nuevo dinosaurio habla de buena parte de las peculiaridades del animal: 'Concavenator corcovatus', en latín el cazador jorobado de Cuenca. "Una estructura tan llamativa tiene que tener alguna función, pero aún no tenemos pruebas científicas que demuestren ninguna hipótesis", dice Ortega.

El catedrático de Paleontología de la Universidad Autónoma de Madrid, José Luis Sanz, una de las mayores eminencias en dinosaurios de Europa, cuenta que han barajado multitud de explicaciones que justifiquen la presencia de la joroba. "Hemos encontrado que tiene unos pies proporcionalmente pequeños así que podría tener una locomotora peculiar y la joroba podría ser un contrapeso. Pero no es más que una idea loca", confiesa Sanz. Una de las opciones más plausibles que manejan es que fuese un elemento ornamental para atraer a las hembras.

Además de la misteriosa joroba, Concavenator presenta otra característica que puede revolucionar el campo de la paleontología del Cretácico (hace entre 145 y 65 millones de años). En muchas aves actuales, el borde posterior de uno de los huesos del antebrazo, la ulna, tiene pequeños bultos que sirven para la inserción de las plumas de mayor tamaño. Esta característica se había reconocido también en algunos dinosaurios de pequeño tamaño y emparentados con las aves. Pero su presencia también en el dinosaurio encontrado en Cuenca, mucho más primitivo que sus parientes con plumas, muestra que ya existía una estructura ancestral de las plumas en especies anteriores a lo que se pensaba hasta la fecha.


FUENTE:
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/09/08/ciencia/1283956709.html




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