18 abr 2012

200 investigadores se unen y aplican el crowdsourcing al estudio del cerebro

En determinados sectores, la investigación científica puede ser altamente competitiva (máxime en los tiempos que vivimos en los que los gobernantes suelen recurrir a la solución fácil de recortar en I+D+i) y los méritos de las investigaciones se intentan controlar para compartirlo con un número acotado de personas. 



Afortunadamente, la colaboración entre centros de investigación es cada vez mayor y el flujo de datos que se comparte ha ido aumentando con los años, formándose enormes bancos de conocimiento con datos científicos que pueden servir como base a otros investigadores. Uno de los campos de investigación más complejos, y que tiene aún muchas incógnitas por despejar, es el cerebro humano y, precisamente, para dar un impulso al estudio del cerebro humano se han unido 100 centros de investigación y 200 científicos de todo el mundo para trabajar en un proyecto colaborativo.

La noticia es más que interesante porque supone la llegada del crowdsourcing al mundo de la investigación científica y buen ejemplo de trabajo colaborativo para localizar los genes que desempeñan un papel fundamental en la memoria y la inteligencia del ser humano.

¿Y en qué consiste esta colaboración? Los científicos que trabajaban en la caracterización de las funciones biológicas del cerebro se encontraban en una especie de callejón sin salida a nivel general. Ante este punto de bloqueo, 200 científicos decidieron compartir sus datos con la idea de que, entre todos, pudieran “salir del atasco” y, para ello, han publicado sendos artículos científicos en la prestigiosa revista Nature Genetics además de compartir datos de sus investigaciones.
Este es un ejemplo de redes sociales en el ámbito científico, algo que nos da una fuerza que antes no teníamos
Este cambio de paradigma, por llamarlo de alguna forma, se debe en gran medida al elevado coste que tienen alguna de las pruebas que se suelen realizar en los experimentos y ensayos de estas investigaciones. Los estudios de imágenes cerebrales son caros y, por tanto, los investigadores no se pueden permitir realizar un alto número de pruebas en las que introduzcan pequeños cambios. Partiendo de la base de que todas las investigaciones realizaban pruebas similares, el Profesor Doctor Paul Thompson, profesor de neurología en la Universidad de California en Los Ángeles, dos genetistas del Instituto Queensland de Investigación Médica de Australia (Nick Martin y Margaret Wright) y Barbara Franke, una genetista de la Radboud University Nijmegen Medical Center de Nimega (Holanda), decidieron unirse para realizar un llamamiento a otros centros de investigación para poner en común todos sus recursos y crear una gran base de datos.

Poco a poco, la base de datos creció hasta manejar imágenes del cerebro de unas 21.000 personas de las cuales se pudieron extraer datos generales de la estructura del cerebro que han servidor para un par de investigaciones en curso, la del equipo de investigación del Doctor Thompson (uno de los promotores de la idea) y los de un equipo de investigación de la Universidad de Boston.

Esta colaboración me parece muy importante porque supone una nueva forma de trabajar dentro de la investigación científica que, normalmente, se basa en estudios ya publicados y nunca de “datos en bruto” de otros investigadores y centros de investigación. Bajo mi punto de vista, si muchas de las investigaciones se financian con fondos públicos (aunque la situación económica imperante tienda a reducir estas partidas presupuestarias), los datos obtenidos también deberían ser públicos, compartirse y reutilizarse.

Si bien el proyecto parte como una colaboración entre muchos quizás, con el devenir de los años, las investigaciones pasen a formar parte de las bibliotecas de datos de algunas iniciativas de Open Data de instituciones y gobiernos.


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